sábado, 28 de enero de 2017

La vida de Danco II (Hoy)


Pese a que Danco tuvo una vida llena de decepciones y complicaciones, también sé que en sus años mozos le encantaba ir a correr al parque, era como una gacela, aunque sin su estética esbelta y largas piernas -me río para mis adentros-. Aunque nunca le vi en esos momentos de placentera libertad, seguro que se sentía de lo más emocionado y contento. Ya lo escucho vociferando alegre: “¡Más lejos, corramos más lejos!”, pues sus patas cortas y su pancita de flojo, no le impedirían disfrutar al máximo esa tan divertida salida. Me pregunto, si hubiese sido un niño, ¿luego de correr pediría un helado?, ¿o jalaría afanado la mano de sus padres para que apresurasen el paso, ya que ahí, cerca, hay columpios, una paloma o un árbol curioso que ver? Habría querido que esos momentos de eufórico entusiasmo se hubiesen repetido con mayor frecuencia o que ahora pudiésemos ir juntos a correr… Pero no se puede, sus caderas están debilitadas, su respiración a veces es algo forzosa y me preocupa su corazón. No debe agitarse mucho. Tuve antecedentes de cardiopatía y de asma en mi niñez, así que empatizo con este punto. Por más que quisiera correr lejos, me cansada, como sé que hoy le pasaría a Danco. Por eso es bonito verle correr feliz cortos tramos cuando alguien le llama, o cuando se emociona porque mi madre ha ido a verle. Él no sabe que ya no está en edad para sobre-exigirse; él mantiene su alma jovial, su esencia pura e intacta como desde el principio de los tiempos. Tiene los mismos ojos grandes, marrones, profundos y expresivos, que te hablan en silencio. Él quiere incondicionalmente, aunque te equivoques, y yo, cada día le quiero más. 
Pero hay dos dudas que me asaltan: Quiero saber “¿Danco, eres feliz?” y “¿Te duele el pasado?”, y aunque sé que los perros no recuerdan de la misma forma que nosotros, tienen memoria y traumas. Para ser justos, sus anteriores dueños trataron, pero no fue suficiente. Algunos de los integrantes le dieron cariño y atenciones básicas, pero se descuidaron demasiado en algunos aspectos. De verdad deseo que esos dolores estén superados, para que viva sus últimos años con la mayor de la paz y felicidad posible...

Una vez escuché o leí a alguien entendido en la temática, decir que los perros y gatos, e incluso otros animales que están cerca de las personas, son nuestros hermanos menores, que están aprendiendo de nosotros, para en una futura encarnación, nacer como seres humanos. Cierto o no, me da para pensar. Ojalá tenga una mejor vida luego, como otro perro, como un caballo, un león, un hombre o una mujer. Sea lo que sea próximamente, espero que halle la dicha, que aprenda mucho jugando y teniendo relaciones interpersonales gratificantes. ¿Nos volveremos a ver? No sé, pero mientras tanto disfruto su presencia hoy; su mirada honesta, su vínculo amoroso y leal, sus patas pesadas y algo malolientes, su obsesión gatuna y su ruidosa forma de comer. 

No sólo es una responsabilidad, es un ser con quien compartir la vida y estoy agradecida de que sea parte de mi hogar. Y además de ello, a mis ojos ¡es un modelo muy guapo! ¿a poco no se ve atractivo en las fotos? ; ) Bueno, bueno… ¿Una belleza exótica? jajaja.



miércoles, 4 de enero de 2017

La vida de Danco I (Su pasado)


En este primer post del 2017, en donde, después de dos años, retorno con fuerza a este blog, esperando que sea un año próspero y placentero en todos los niveles, tanto para ustedes, como para mis seres queridos, para mí y para el ecosistema, que al fin de cuentas es lo que nos mantiene existiendo.

Hoy les quiero contar sobre alguien. Aproximadamente hace algo más de ocho años nació Danco. Un perro mestizo, abandonado y que daban en adopción. Unos familiares firmaron y se comprometieron para darle un hogar y los cuidados apropiados para una mascota. De cachorro era adorable, pequeñísimo, tanto así, que dormía sobre una pantufla. La primera vez que le vi, aún lo recuerdo, estaba enferma, pero su visita fue tan sorpresiva que casi me hace saltar de la cama. Lo tomé, me lamió el cuello y se quedó inmediatamente dormido en mi pecho, entre mis brazos. Era imposible no enamorarse y querer protegerlo. La primera vez que ladró fue impresionante, causó mucha risa, pero también asombro: “Y pensar que esa es su voz”. Muchas personas no saben interpretar las voces de los perros, creen que ladran de ociosos o peleones, pero la verdad, es que no sólo ladran para comunicarse entre ellos, sino con nosotros. Sus ladridos son alertas sobre algo que los mantiene inquietos, avisan si alguien se aproxima, se emocionan, te saludan, pero también amedrentan a quien ose interrumpir en sus dominios.

Danco no ha tenido una vida fácil. No vivió aquí, sino en otra casa, en donde no fue comprendido ni respetado. Le pegaron, le gritaron, le dieron escobazos, lo humillaron amarrándolo con una soga de medio metro. Un par de veces lo echaron a la calle, en donde fue atacado por dos perros grandes y agresivos, le pasó un camión por encima dañando sus pulmones, y para variar, él volvía siempre a casa, “con los suyos”, pasando noches enteras a la intemperie, asustado, esperando que alguien llegara y le abriera la puerta. Por problemas entre las relaciones de sus “cuidadores”, intentaron llevarlo a la perrera, pero por suerte, ésta estaba cerrada. Después, uno de ellos, con su orgullo herido y para dañar a una de las personas que más ha querido a Danco, amenazó con llevarlo a matar. Ustedes me excusarán, pero no perdonaré a esta persona por siquiera haber intentado semejante crueldad. Y después de toda esa barbaridad, llegó a mi casa el año pasado, jadeando de estrés, con las pupilas dilatadas, orinándose de los nervios, con una gripe que por no ser cuidada se transformó en una enfermedad respiratoria, que aún hoy, es difícil de sanar. Además de todo ello, es cardiópata, viejo, tiene algo de ceguera nocturna y problemas a las caderas.  Pensar en todo esto, me hace querer llorar de impotencia… Y eso que olvidé mencionar sus alergias cutáneas. 
Al principio fue complicado por las circunstancias en las que llegó. Una de mis hermanas lo fue a buscar, aunque más bien diría “rescatar”, y aunque no teníamos ni el espacio ni las mejores condiciones para él, lo recibimos sin pensarlo dos veces. Y aunque gruñía y parecía un vejete cascarrabias, con el tiempo se ha ido relajando, comprendiendo que no tiene por qué estar a la defensiva. Que nadie lo lastimará, ni abandonará, ni que debe cuidarse de que le roben su comida. Lo único que le faltaba era algo de liderazgo, de guía y de amor, mucho amor.

Hace unos meses, uno de sus ex dueños, tenía la intención de llevárselo a un nuevo sitio al que se mudaba, y aunque es probable que esta vez, sin la intervención de un tercero (el principal agresor) lo cuidaría mejor, nos opusimos con diplomacia. No es necesario, él está bien aquí. Ya no es su perro. Hoy pertenece a otra manada; es parte de mi familia y no sólo una mera mascota. 

Detrás de todo, no sólo quiero que parezca una exposición de quejas -aunque lo sea-, porque finalmente lo que trato de decir, es que no se comprometan a tener una mascota si no están las condiciones, y una de ellas es que si vives con alguien más, éste debe estar de acuerdo con la decisión de tener un animal en casa -además de ti- (bromeo). Porque todo este mal-pasar se debió a un desacuerdo y a una gran falta de responsabilidad. Los perros crecen, cuestan dinero y tiempo. No son un peluche que puede permanecer estático, y tampoco son seres independientes; biológicamente, los perros están hechos para vivir en grupo y no solos. Así que la falta de tiempo no puede existir en tu lista de excusas para ignorarlo.
No te emociones porque “son lindos y alegres”, no son un trofeo para vanagloriarse. Ellos crean vínculos emocionales, sufren duelos, se deprimen, se agobian, se frustran, como todos. 
Primero organiza tu vida antes de incluir la de otro ser en la tuya.